Qué Milagro

A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo; a eso, no le llames adversidad, llámale sabiduría.

A eso de sentir la mano de Dios y saberte importante, de fijarte una meta y tener que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar, a eso, no le llames castigo, llámale enseñanza.

A eso de pasar días juntos, radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía; a eso, no le llames rutina, llámale experiencia.

A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan y tu cerebro funcione y tus manos trabajen y tu alma irradie y sensibilidad sienta y tu corazón ame; a eso, no le llames poder humano, llámale milagro.

Autor anónimo.

Lluvia de estrellas

Existían millones de estrellas en el cielo. Estrellas de todos los colores: blancas, plateadas, verdes, doradas, rojas, azules.
Un día inquietas, se acercaron a Dios y le dijeron: -Señor Dios, nos gustaría vivir en la tierra entre los hombres.
-Así será -respondió el Señor-. Las conservaré a todas ustedes pequeñitas, como las ven los hombres, para que puedan bajar a la tierra.
Cuentan que en aquella noche hubo una linda lluvia de estrellas. Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y a correr junto con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los niños y la tierra quedó maravillosamente iluminada.
Pero, con el pasar del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando la tierra oscura y triste.
-¿Por qué volvieron? -Pregunto Dios, a medida que ellas iban llegando al cielo.
-Señor, no nos fue posible permanecer en la tierra, allí existe mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia.
Y el Señor les dijo:
-¡Claro! El lugar de ustedes es aquí en ele cielo. La tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquello que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere, nada es perfecto. El cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno, donde nada perece.
Después de que llegaron las estrellas, al verificar su número, Dios habló de nuevo:
-Nos está falando una estrella. ¿Será que se perdió en el camino? Un ángel que estaba cerca replicó:
-No señor, una estrella resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrir que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límite, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor…
-¿Que estrella es? -volvió a preguntar Dios.
-Es la esperanza, Señor. La estrella verde. La única estrella de ese color.
Y cuando miraron para la tierra, la estrella no estaba sola. La tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y Dios no necesita retener es la Esperanza.
Dios ya conoce el futuro, y la Esperanza es propia de la persona humana, propia de aquel que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe como será el futuro.
Recibe en este momento esta estrellita en tu corazón, la esperanza, tu estrella verde. No dejes que ella huya y no permitas que se aparte.
Ten la certeza de que ella iluminará tu camino, sé siempre positivo y agradece a Dios todo. Sé siempre feliz y contagia con tu corazón iluminado a otras personas.

Autor Desconocido

Sonríe todo lo que puedas

Aférrate a tus sueños y no los abandones.

¡Muestra al mundo lo maravilloso que puedes ser!

Confía en las posibilidades de la vida y no te apresures a juzgar a los demás.

Confía en tu estrella que brilla en el cielo.

Encara tus problemas, uno por uno, para poder solucionarlos.

Confía en tu fuerza interior.

Muestra al mundo la luz de tu alma.

Acércate a los que traen amor a tu vida.

Mira lo bueno de la vida y no sucumbas a las adversidades.

Muéstrate tal como eres, pues tienes cualidades especiales que te han sostenido hasta ahora y que siempre te sostendrán.

No pierdas el valor.

¡Llena todo lo que puedas tu corazón de alegría y riega con ella todo lo que hagas!

 

Autor desconocido.

El Tesoro mas Grande

Arturo, el hijo de un rey, parecía ser muy afortunado. Tenía al alcance de su mano todo lo que deseaba. Quería alimento y le ofrecían los manjares más suculentos. Deseaba mujeres preciosas, las más bellas y sensuales, al lado de él, se sentían dichosas. Sin embargo, esto no lo hacía feliz, ni el diamante más brillante podía satisfacerlo, hasta que decidió salir en busca del tesoro más grande del mundo.

Conoció otros reinos, otros mundos, se dio cuenta del hambre, la pobreza, la miseria. Visitó reyes y princesas, conoció sus joyas y riquezas, escaló montañas, atravesó desiertos, navegó por mares, ríos y lagos y no encontraba la mayor riqueza. Finalmente, su cabello ya cano, supo que había recorrido el mundo en vano. Decidió descansar a la orilla del mar. Algunos súbditos, cansados, ya lo habían abandonado, otros fieles y perseverantes, ya habían perecido. Estaba sólo y desesperado. Había perdido toda su vida tratando de encontrar algo que no había conseguido. En su soledad intentó crear un recinto de paz antes de regresar a su hogar. Miró a lo lejos. Observó al sol escondiéndose dentro del mar, las nubes sonreían. Las palmeras fluían suavemente con el ritmo y movimiento del viento. La naturaleza estaba inmune a su sufrimiento. ¿Porqué ignoraba ésta su martirio? Observó a las aves descansar, la luna elevarse, las estrellas iluminar y se sintió pequeño, admiró la grandeza de la naturaleza. Trató de comunicarse con ella y absorber su sabiduría. Ella era la única que se había mantenido constante a través del tiempo. Intentó vibrar en armonía con la hierba, con el mar, con la arena. Por un momento se sintió en unión con la existencia. Expandió su esencia.

Fue entonces cuando descubrió la mayor riqueza. Ahora la veía, la percibía brillando en la naturaleza. Sintió compartirla con ésta y la joya se iluminó aún más. La observó cuidadosamente y Si! Notó que ésta se avivaba. Arturo estaba extasiado. Finalmente encontraba lo que tanto había anhelado. Pero cuando levantó aquella presea para apropiarse de ella, ésta se esfumó, desapareció. La luz se apagó, el brillo murió. Arturo se mantuvo despierto esperando volver a captar aquella belleza pero no volvió a surgir. Se dio cuenta que por tratar de hacerla suya, la había perdido. Noches enteras en vela transcurrieron en vano sin reencontrar aquel regalo que la vida le había dado y que en segundos le había arrebatado. Semanas pegado al misterio de aquella pérdida sin poder recuperarla. Porqué le jugaba la naturaleza de esa manera?

Finalmente, agotado, dejó de buscar y descansó. La noche lo acobijó. Horas después lo despertó un resplandor. Abrió los ojos y ahí estaba! Aquella gema que emanaba luz brillante junto a él. Era tal el resplandor que por un momento le pareció como si la noche se había transformado en día; y hasta parecía emitir en sus partículas vibraciones de amor! Se sentó para vivenciar aquella sensación en su plenitud. Se llenó de paz. ¿Cómo era posible que aquella partícula fuera capaz de despertar en él tan bellas emociones? Definitivamente había encontrado lo que tanto había buscado. Esta vez trataría a este milagro con respeto. De ninguna manera intentaría hacerlo suyo. Lo permitió ser y la presea parecía brillar aún más cuando se sentía admirada. Parecía llenar a Arturo con oleadas más intensas de amor.

Arturo se mantuvo toda la noche ahí sentado percibiendo aquella maravilla. Durante el día la luz se mantuvo viva. Semanas envuelto es este éxtasis, Arturo dejó de considerar el tiempo. Dejó de sentir la necesidad de alimentarse, de dormir, hasta de moverse. Aquel brillo llenaba profundamente cualquier necesidad del príncipe.

Finalmente, Arturo decidió separarse de aquella gema, poco a poco. No deseaba que por alejarse ésta volviera apagarse. Se retiró suavemente sintiendo las emanaciones de serenidad y luz a distancia: y cuál fue su sorpresa al notar que a medida que él se alejaba, la luminosidad caminaba con él y notó que el origen de aquel brillo era él mismo. La luz que emanaba se expandió aún más, como si ésta respondiera a lo que Arturo se daba cuenta. Sí. Aquella joya se originaba en él y brillaba desde el fondo de sí mismo. Descubrió que la mayor riqueza era su propia esencia; y ahora él sabía como mantenerla viva y resplandeciente: mandando siempre amor y luz. Sabía que respetandola, permitiéndola ser, jamás la perdería. Nadie se la podía robar. Era él mismo quien la hacía brillar, momento a momento, de por vida.

El Amor

Amor significa colocar la propia felicidad en la felicidad de los otros.
Pierre Teilhard de Chardin
 
Cuando tu mayor debilidad es el amor, eres la persona más fuerte del mundo.
Garman Wold
 
El amor es invisible y entra y sale por donde quiere, sin que nadie le pida cuenta de sus hechos.
Miguel de Cervantes
 
A fuerza de hablar de amor, uno llega a enamorarse.
Blaise Pascal
 
No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.
Duque de La Rochefoucauld
 
Las palabras van al corazón, cuando han salido del corazón.
Solón
 
Deja que mi amor te rodee como la luz del sol, y que, aún así, te de libertad iluminada.
Rabindranath Tagore
 
El amor más fuerte y más puro no es el que sube desde la impresión, sino el que desciende desde la admiración.
Santa Catalina de Siena
 
Existe, en verdad, un magnetismo, o más bien una electricidad del amor, que se comunica por el solo contacto de las yemas de los dedos.
Abate Galiani
 
El amor es lo único que crece cuando se reparte. 
Antoine de Saint-Exupery
 
Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única.
Jorge Luis Borges
 
La capacidad de reír juntos es el amor.
Françoise Sagan