Es muy cierto…

Que no podemos forzar a una persona a amarnos, únicamente podemos ser alguien que ama, el resto depende de los demás.

Que dos personas pueden observar la misma cosa y ver algo totalmente diferente.

Que existen personas que me quieren mucho, pero no saben expresarlo.

Que puedo hacer todo o nada con mi mejor amigo y siempre gozar el momento.

Que la madurez tiene que ver más con la experiencia que hemos vivido, y no tanto con los años que hemos cumplido.

Que hay dos días de cada semana por los que no debemos preocuparnos: ¡ayer y mañana! El único momento valioso es ahora.

Que puedo hacer algo por impulso, y arrepentirme el resto de mi vida.

Que la pasión de un sentimiento desaparece rápidamente.

Que si no controlo mi actitud, esta me controlara a mi.

Que no importa si mi corazón está herido, el mundo sigue girando.

Que es más fácil reaccionar que pensar.

Que al final de la vida me doy cuenta que las únicas cosas que  valieron la peana son: mi familia, mi fe, un grupo muy selecto de amigos y unas experiencias que me dieron crecimiento personal.

Que es mucho mejor expresar mis sentimientos que guardarlos dentro de mi.

Anónimo.

El amor y la locura

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan ocurrente, les propuso: “¿Vamos a jugar a las escondidas?” .
La Intriga levantó la ceja y la Curiosidad, ya sin poder contenerse, contestó: “¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?”. “Es un juego”, dijo la Locura. “Yo me tapo la cara y empiezo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego”. El Entusiasmo bailó seguido por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar: la Verdad prefirió no esconderse ¿Para qué?, si al final siempre la descubrían, y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no había sido de ella) y la Cobardía prefirió no arriesgarse. ..”Uno, dos, tres…”, comenzó a contar la Locura.
La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzaba a esconderse. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. ¿Un lago cristalino”, ideal para la Belleza. ¿La hendija de un árbol?, perfecto para la Timidez. ¿El vuelo de una mariposa?, lo mejor para la Voluptuosidad. ¿Una ráfaga de viento?, magnífico para la Libertad. Así terminó por ocultarse en un rayito de sol.
El Egoísmo, en cambio, encontró un lugar muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo… pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y la Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido… se me olvidó donde se escondió, pero eso no es lo importante. Cuando la Locura contaba 999.999, el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado… hasta que divisó el rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. “Un millón”, contó la Locura, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la Pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después se escuchó a la Fe discutiendo con Dios en el cielo sobre Teología, y a la Pasión y al Deseo los sintió vibrar en volcanes. En un descuido encontró a la Envidia, y claro, así pudo descubrir dónde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo: él solito salió de su escondite, que resultó ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la Belleza. Y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir de qué lado esconderse.
Así fue encontrando a todos. El Talento entre la hierva fresca. A la Angustia en una cueva oscura. A la Mentira detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta el Olvido… que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Sólo el Amor no aparecía por ningún lado.
La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en las cimas de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida, vio las rosas. Con una horquilla empezó a mover las ramas, hasta que de pronto se escuchó un grito doloroso. Las espinas habían herido los ojos del Amor. La Locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, imploró, rogó, pidió perdón y prometió ser para siempre su lazarillo. Desde entonces, desde la primera vez que se jugó a las escondidas en la Tierra, el amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña.

Aprendi y decidi

Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar…

 

decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas

decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución

decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis

decidí ver cada noche como un misterio a resolver

decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.

 

Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos, aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui, me dejó de importar quién ganara o perdiera, ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.

Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.

Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a alguien “Amigo”.

Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, “el amor es una filosofía de vida”.

Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente;

Aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás. Aquel día decidí cambiar tantas cosas… aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad, desde aquel día ya no duermo para descansar… ahora simplemente

duermo para soñar.

 

Walt Disney

Solo una sugerencia

Nunca olvidaré a Jake. Sus piernas parecían demasiado delgadas y larguiruchas como para sostenerlo contra la corriente del río. Sus botas altas impermeables remendadas y descoloridas parecían más viejas que él. Su chaleco pescador estaba hecho tiras y sostenido con alfileres; su viejo sombrero estaba maltratado y mancado de sudor; su anticuada vara de pescar estaba rota y amarrado con cinta adhesiva.

Observé cuando caminó contra la corriente a un lugar de aguas tranquilas y empezó a tirar. ¡Entonces lo noté! Estaba pescando en las mismas aguas en las que yo había pescado antes ese mismo día y sacando truchas donde yo no había atrapado nada. Era un hombre que me podía enseñar algunas cosas. Todo lo que tenia que hacer era preguntar.

Aprendemos cuando escuchamos a los que han ido delante de nosotros y saben más que nosotros, un conocimiento que perdemos cuando nuestro orgullo se interpone en el camino. Podemos aprender de los demás cuando nos humillamos y reconocemos lo poco que sabemos. La disposición a aprender es una marca de los que son verdaderamente sabios.

Dejemos entonces nuestro orgullo atrás y demos la oportunidad a todos aquellos que tienen algo que enseñarnos, por más pequeño que parezca.

¡Un billete!

Pablo, con el rostro abatido de pensar, se reúne con su amiga Laura en un bar a tomar un café. Deprimido, descargó en ella sus angustias… que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación!…

 

Todo parecía estar mal en su vida. Laura introdujo la mano en su bolso,

saco un billete de $500.00 pesos y le dijo: ¿Quieres este billete? Pablo, un poco confundido al principio, le contestó: Claro, Laura son $500.00 pesos ¿quién no los querría? Entonces Laura tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola. Mostrando la estrujada pelotita a Pablo, volvió a preguntarle: Y ahora, ¿lo quieres también? Laura, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo $500.00 pesos. Claro que lo cogeré si me lo das.

Laura desdobló el billete, lo tiró al suelo y lo restregó con el pie, levantándolo luego sucio y marcado. ¿Lo sigues queriendo?

Mira, Laura, sigo sin entender a donde vas, pero es un billete de $500.00 pesos y mientras no lo rompas, conserva su valor

Pablo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido…

Lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado. Pablo se quedó mirando a Laura sin atinar con palabra alguna, mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.

Laura puso el arrugado billete a su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó: Toma, guárdalo, para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal… pero me debes un billete nuevo de $500.00 pesos para poderlo usar con el próximo amigo que lo necesite. Le dio un beso en la mejilla y se alejó hacia la puerta.

Pablo volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó y con una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta…

¿Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente merecemos más y que podemos conseguirlo si nos lo proponemos? Claro que no basta con el mero propósito.

Se requiere acción y existen muchos caminos.