El bote y la espada.

Un comerciante debía cruzar un río en bote para llegar al mercado. Tan apresurado estaba por recorrer el trayecto ene l menor tiempo posible, que no se detuvo cuando su espada cayó al agua.

Dijo entonces al botero: “No te detengas, haremos una marca en el bote en el lugar donde cayó la espada y mañana, cuando crucemos el río nuevamente, podremos encontrarla”.

Al día siguiente, volvió a cruzar el río en el mismo bote. Cuando llegó a la mitad, intentó sin éxito encontrar la espada, pero sólo vio la marca que había hecho. Quejándose, llegó a la otra orilla sin haber podido recuperarla.

El comerciante comprendió que, antes de tomar una decisión es necesario evaluar todas las consecuencias de ella.

La humildad

Se acercaba mi cumpleaños y quería pedir un deseo especial al apagar las velas de mi paste.

Caminado por el parque, me senté al lado de un mendigo que estaba en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver al hombre de aspecto abandonado mirar a las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía eterna.

Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz.

Quise sentirme afortunado al conversar con él para estar más orgulloso de mis bienes, porque yo era un hombre al que no le faltaba nada; tenía mi trabajo que me producía mucho dinero. Claro, cómo no iba a producírmelo trabajando tanto. Tenía a mis hijos, a los cuales gracias a mi esfuerzo tampoco les faltaba nada y tenían los juguetes que quisieran. En fin, gracias a mis interminables horas de trabajo, no le faltaba nada ni a mi esposa ni a mi familia.

Me acerqué al hombre y le pregunté:

-Caballero, ¿qué pediría usted como deseo en su cumpleaños?

Pensé que el hombre me contestaría “dinero” y así de paso yo podría darle unos billetes y hacer la obra de caridad del año.

Cuál no sería mi asombro cuando el hombre me contestó lo siguiente, con la misma imborrable sonrisa en su rostro:

-Amigo, si pidiera algo más de lo que tengo, sería muy egoísta. Ya he tenido todo lo que necesita un hombre en la vida y más.

Vivía con mis padres y mi hermano antes de perderlos una tarde de junio, hace mucho; conocí el amor de mi padre y mi madre que se desvivían por darme todo el amor que les era posible dentro de nuestras limitaciones económicas.

Al perderlos, sufrí muchísimo pero entendí que hay otros que nunca conocieron ese amor y me sentí mejor.

Cuando joven, conocí a una niña de la cual me enamoré perdidamente. Un día la bese y estallo en mi el amor. Cuando se marchó, mi corazón sufrió enormemente. Recordé ese momento y pensé que hay personas  que nunca han conocido el amor y me sentí mejor.

Un día en este parque, un niño que correteaba cayó al piso y comenzó a llorar. Yo lo ayudé a levantarse, l e sequé las lágrimas con mis manos y jugué con él unos instantes más. Aunque no era mi hijo me sentí padre, y me sentí feliz porque pensé que muchos no han conocido ese sentimiento.

Cuando siento frio y hambre en el invierno, recuerdo la comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor, porque hay otros que nunca lo han sentido y tal vez no lo sientan jamás.

Cuando consigo dos piezas de pan, comparto una con otro mendigo del camino y siento el placer de compartir con quien lo necesita; recuerdo que hay quienes jamás sentirán esto.

Mi querido amigo, qué más puedo pedir a Dios o a la vida cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que soy consciente de ello.

Puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas dos palomitas jugando, ¿qué necesitan ellas?   

Lo mismo que yo, nada. Estamos agradecidos al cielo por esto, y sé que usted pronto lo estará también.

Miré hacia el suelo un segundo, como perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos con su sencillez. Cuando miré a mi lado ya no estaba, solo las palomitas y un arrepentimiento enorme por la forma en que había vivido sin haber conocido la vida.

Jamás pensé que aquel mendigo, tal vez un ángel enviado por el Señor, me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano…

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¡La humildad!  

Crea tu propia vida

Permítete enamorarte, liberarte, y pon tu vista en un lugar muy alto.

Mantén tu cabeza erguida porque tienes todo el derecho a hacerlo.

Repítete que eres un individuo magnifico y… CRÉELO.

Si no crees en ti mismo nadie más lo hará.

¡Crea tu propia vida y vívela!

Buscando la Felicidad

Los discípulos le preguntaron a Hu-ssong:

-Maestro: ¿cuál es el mejor sitio para buscar la felicidad?

Les contesto el filósofo:

-Aqui.

-Maestro: ¿cuál es el mejor tiempo para buscar la felicidad?

Y respondió Hu-ssong

-Ahora.

-Maestro: ¿cuál es la mejor forma de ser felices?

Y respondió Hu-ssong

-Hacer felices a los demás.

Entonces comprendieron los alumnos que la felicidad no está lejos en el tiempo ni en el espacio. Se halla cerca.

Está aquí, está ahora y está en nosotros.

Armando Fuentes Aguirre.

El Grano de Cafe

Una hija se quejaba con su padre de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles.
No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo.
Allí lleno tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de cafe. Las dejo hervir, sin decir palabra.
La hija esperó impaciente, preguntándose que estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos los colocó en otro plato. Finalmente, colocó el café en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo:
-Querida, ¿qué vez?
-Zanahorias, huevos y café -fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella noto que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de quitarle la cáscara,observó el huevo duro.
Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó:
-¿Qué significa esto, padre?
Él le explico que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al gua fuere, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de estar en el agua hirviendo, habían cambiado el agua.
-¿Cuál eres tu, hija mia? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? -le preguntó a su hija.
¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, de vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación o un despido te has vuelto dura y rígida? Por fuera te vez igual, pero ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecidos?
-¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor.
Ojalá logres ser como el grano de café y, cuando las cosas se pongan mal, tu puedas reaccionar en forma positiva sin dejarte vencer y hagas que las cosas a tu alrededor mejoren.
Que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumine tu camino y el de la gente que te rodea. Que puedas esparcir con tu fuerza, optimismo y alegría, el “dulce aroma del café”.

Autor anonimo