Eco

Un hijo y su padre caminaban en las montañas. De repente, el hijo se lastima y grita ¡¡¡Aaaaaahhhhh!!!

Para su sorpresa oye una voz que repetía en algún lugar de la montaña: ¡¡¡Aaaaaahhhhh!!!

Con curiosidad el niño grita: ¿Quién está ahi? Recibe por respuesta: ¿Quién está ahi?

Enojado con la respuesta, el niño grita: ¡Cobarde! y recibe de respuesta: ¡Cobarde!

El niño mira a su padre y le pregunta: ¿Qué sucede? El padre sonríe y le dice: “Hijo mio, presta atención”  y entonces el padre grita a la montaña: Te admiro. De nuevo el hombre grita: Eres un campeón, y la voz responde: Eres un campeón

El niño estaba asombrado pero no entendía. El padre le explicó: la gente lo llama eco, pero en realidad es la vida.

Te devuelve todo lo que dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.

Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean. Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa en el alma de los que conoces.

Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso exactamente aquello que tú le has dado.

Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti.

Alguien dijo:

Si no te gusta lo que recibes, revisa muy bien lo que estás dando.

Autor anonimo

Batalla sin retorno

Terribles luchas asolaban a China en épocas de la última dinastía. La moral de los soldado decaía ante las sucesivas derrotas y la gran cantidad de bajas.

Dispuesto a levantar la moral de su ejercito, el capitán decidió hablar con sus soldados para incentivar su coraje.

Al observar las miradas escépticas y exhaustas de los jóvenes, resolvió que recurriría a una estrategia diferente: llevó la flota completa de sus barcos hasta la costa enemiga.

Los soldados, agotados, levantaron sus tiendas en tierra y se retiraron a dormir. Aprovechando la oscuridad de la noche, el capitán envió a dos de sus hombres a quemar toda la flota, con la instrucción de no dejar una sola nave en condiciones.

A la mañana siguiente, cuando los soldados vieron los barcos destruidos, no salían del estupor. De inmediato, el capitán los arengó con firmeza y confianza: “¡Soldados, si queremos salir con vida de esta isla, nuestra única alternativa es ganar la batalla!”.

Esa fue la primera de una larga serie de victorias que lograron la pacificación del país.

Mal Instrumento

En el palacio de un legendario reino decidieron convocar a los mejores músicos para formar una gran orquesta real.

Todos los que se presentaron sorprendieron al Maestro de la Orquesta por su destreza musical, excepto un participante que no poseía talento alguno. Sin embargo aunque obtuvo muy bajas calificaciones, logró convencer al Maestro de que pondría gran empeño en perfeccionarse, y le fue otorgada una segunda oportunidad.

Pasaron los años y el músico, en lugar de esforzarse para mejorar, se dedicó a copiar los movimientos de sus compañeros hasta pasar inadvertido ante los ojos y oídos de todos los miembros de la corte.

Finalmente, el rey murió. Su sucesor prefería las participaciones solistas de los músicos antes que escuchar a la Gran Orquesta y el engaño quedó al descubierto. Aquel falso músico debió abandonar el reino.

“Tarde o temprano, la verdad sale a la luz. ¡Qué tonto fui al no aprovechar la oportunidad que me ofrecieron!”, dicen que se repetía, camino al exilio.

El Bamboo Japones

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.

También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas su fuerzas: “¡Crece, Crece, Crece!”

Hay algo muy curioso que sucedo con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.

En realidad, no pasa anda con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infantiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó sólo seis semanas en crecer?

No. La verdad es que le tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en el vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

Quizás por la misma impaciente, muchos de aquellos que aspiran a resultados en el corto plazo, abandonan todo súbitamente, justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

Es tarea poco fácil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que luchan con perseverancia y saben esperar el momento adecuado.

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está ocurriendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.

En esos momentos -que todos tenemos- vale la pena recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que, en tanto no bajemos los brazos, ni abandonemos por no ver el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.

El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.

Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

El saltamontes

Un saltamontes, orgulloso de su fuerza, pasaba el día admirando sus brazos largos y resistentes. Al compararse con las otras especies que lo rodeaban, se sentía muy poderoso, ya que consideraba que ninguna otra podía igualarlo.

Un día, creyéndose invencible, intentó detener con sus brazos un carro que circulaba por el camino. Éste pasó por encima del saltamontes sin notarlo. “Debería haber evaluado objetivamente mi propia capacidad antes de enfrentarme ciegamente a este desafío”, alcanzo a reflexionar el saltamontes antes de emitir su último suspiro.