En el palacio de un legendario reino decidieron convocar a los mejores músicos para formar una gran orquesta real.
Todos los que se presentaron sorprendieron al Maestro de la Orquesta por su destreza musical, excepto un participante que no poseía talento alguno. Sin embargo aunque obtuvo muy bajas calificaciones, logró convencer al Maestro de que pondría gran empeño en perfeccionarse, y le fue otorgada una segunda oportunidad.
Pasaron los años y el músico, en lugar de esforzarse para mejorar, se dedicó a copiar los movimientos de sus compañeros hasta pasar inadvertido ante los ojos y oídos de todos los miembros de la corte.
Finalmente, el rey murió. Su sucesor prefería las participaciones solistas de los músicos antes que escuchar a la Gran Orquesta y el engaño quedó al descubierto. Aquel falso músico debió abandonar el reino.
“Tarde o temprano, la verdad sale a la luz. ¡Qué tonto fui al no aprovechar la oportunidad que me ofrecieron!”, dicen que se repetía, camino al exilio.