He aprendido

He aprendido que cuando estás enamorado, se nota…

He aprendido que una persona que me dice, “Me alegraste el día”… alegra mi día.

He aprendido que ser niño es más importante que estar en lo correcto.

He aprendido que nunca debes decir “no” al regalo de un niño.

He aprendido que siempre puedo rezar por alguien, cuando no tengo otro modo de ayudarlo.

He aprendido que no importa qué tan serio debas ser en la vida, todos necesitamos un amigo con el que podamos reír a carcajadas.

He aprendido que, algunas veces, todo lo que una persona necesita es una mano que sostener y un corazón que entender.

He aprendido que la vida es como una espiral, mientras mas se acerca el final, más rápido camina.

He aprendido que debamos estar felices porque Dios no nos da todo lo que pedimos.

He aprendido que esas pequeñas cosas que pasan diariamente son las que hacen la vida espectacular.

He aprendido que debajo del duro escudo de las personas, hay alguien que quiere ser apreciado y amado.

He aprendido que Dios no hizo todo en un solo día… ¿qué me hace pensar que yo puedo?

He aprendido que ignorar los hechos no los cambia.

He aprendido que es el amor, no el tiempo, el que cura las heridas.

He aprendido que cada persona que conoces merece el obsequio de una sonrisa.

He aprendido que nadie es perfecto, hasta que te enamoras de alguien.

He aprendido que las oportunidades nunca se pierden; alguien más tomará aquella que tú dejaste pasar.

He aprendido que uno debe decir palabras suaves y tiernas, porque más adelante puedes tener que tragártelas.

He aprendido que una sonrisa es la manera más barata de lucir mucho mejor.

He aprendido que n puedo elegir cómo me siento, pero puedo elegir qué hago con respecto a eso.

He aprendido que todos quieren estar en la cima de la montaña, pero que toda la felicidad y las experiencias agradables suceden mientras se escala hacia allá.

Autor anónimo

Solo Un Dialogo

Niño:   ¿Cómo se llama esta flor?

Viejo: Se llama “No me olvides”

Niño:     ¿Quién le habrá puesto ese nombre?

Viejo: Vamos a pensar que se lo puso Dios.

Viejo:   ¿Qué haces?

Niño:   Estoy arrancando espinas

Viejo:   ¿Por qué?

Niño:   Los venaditos no llevan zapatos, verdad?

Viejo: Verdad, niño.

Niño:   ¿Quién hace las guerras?

Viejo: Los hombres que se olvidan de los niños.

Niño:   Ayer vi dos pájaros en ese nido, ahí sobre del árbol.

Hoy solo queda uno vivo.   ¿Cuál de los dos habrá muerto?

Viejo: Seguramente el macho

Niño:   ¿Cómo lo sabes?

Viejo: Si no, el nido estaría vacío.

Niño:   ¿Qué piensas cuando alguien se va de viaje?

Viejo: Que volverá y lo veré

Niño:   Y… ¿cuándo alguien se muere?

Viejo: Que yo tendré que hacer un viaje para verlo

Niño:   No entiendo

Viejo: Ya entenderás.

Niño:   ¿Qué quieres ser cuando seas más grande?

Viejo: Me gustaría se el jardinero de las estrellas,    ¿ Y a ti?

Niño:   Yo quisiera ser Dios

Viejo:   ¿Por qué?

Niño:   Para hacerte jardinero de las estrellas.

La humildad

Se acercaba mi cumpleaños y quería pedir un deseo especial al apagar las velas de mi paste.

Caminado por el parque, me senté al lado de un mendigo que estaba en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver al hombre de aspecto abandonado mirar a las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía eterna.

Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz.

Quise sentirme afortunado al conversar con él para estar más orgulloso de mis bienes, porque yo era un hombre al que no le faltaba nada; tenía mi trabajo que me producía mucho dinero. Claro, cómo no iba a producírmelo trabajando tanto. Tenía a mis hijos, a los cuales gracias a mi esfuerzo tampoco les faltaba nada y tenían los juguetes que quisieran. En fin, gracias a mis interminables horas de trabajo, no le faltaba nada ni a mi esposa ni a mi familia.

Me acerqué al hombre y le pregunté:

-Caballero, ¿qué pediría usted como deseo en su cumpleaños?

Pensé que el hombre me contestaría “dinero” y así de paso yo podría darle unos billetes y hacer la obra de caridad del año.

Cuál no sería mi asombro cuando el hombre me contestó lo siguiente, con la misma imborrable sonrisa en su rostro:

-Amigo, si pidiera algo más de lo que tengo, sería muy egoísta. Ya he tenido todo lo que necesita un hombre en la vida y más.

Vivía con mis padres y mi hermano antes de perderlos una tarde de junio, hace mucho; conocí el amor de mi padre y mi madre que se desvivían por darme todo el amor que les era posible dentro de nuestras limitaciones económicas.

Al perderlos, sufrí muchísimo pero entendí que hay otros que nunca conocieron ese amor y me sentí mejor.

Cuando joven, conocí a una niña de la cual me enamoré perdidamente. Un día la bese y estallo en mi el amor. Cuando se marchó, mi corazón sufrió enormemente. Recordé ese momento y pensé que hay personas  que nunca han conocido el amor y me sentí mejor.

Un día en este parque, un niño que correteaba cayó al piso y comenzó a llorar. Yo lo ayudé a levantarse, l e sequé las lágrimas con mis manos y jugué con él unos instantes más. Aunque no era mi hijo me sentí padre, y me sentí feliz porque pensé que muchos no han conocido ese sentimiento.

Cuando siento frio y hambre en el invierno, recuerdo la comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor, porque hay otros que nunca lo han sentido y tal vez no lo sientan jamás.

Cuando consigo dos piezas de pan, comparto una con otro mendigo del camino y siento el placer de compartir con quien lo necesita; recuerdo que hay quienes jamás sentirán esto.

Mi querido amigo, qué más puedo pedir a Dios o a la vida cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que soy consciente de ello.

Puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas dos palomitas jugando, ¿qué necesitan ellas?   

Lo mismo que yo, nada. Estamos agradecidos al cielo por esto, y sé que usted pronto lo estará también.

Miré hacia el suelo un segundo, como perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos con su sencillez. Cuando miré a mi lado ya no estaba, solo las palomitas y un arrepentimiento enorme por la forma en que había vivido sin haber conocido la vida.

Jamás pensé que aquel mendigo, tal vez un ángel enviado por el Señor, me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano…

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¡La humildad!  

Qué Milagro

A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo; a eso, no le llames adversidad, llámale sabiduría.

A eso de sentir la mano de Dios y saberte importante, de fijarte una meta y tener que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar, a eso, no le llames castigo, llámale enseñanza.

A eso de pasar días juntos, radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía; a eso, no le llames rutina, llámale experiencia.

A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan y tu cerebro funcione y tus manos trabajen y tu alma irradie y sensibilidad sienta y tu corazón ame; a eso, no le llames poder humano, llámale milagro.

Autor anónimo.