Sabiduría

El pájaro no sabe de problemas,

no paga impuestos ni tampoco renta,

él vive sin conflictos ni dilemas,

contento bebe agua y se alimenta.

El hombre se la pasa entre teoremas

y formulas inútiles, que inventa

él puede dominar todos los temas,

mas no el de ser feliz, por más que intenta.

El ave, libre, vuela por el cielo

y el hombre con su angustia, a ras del suelo,

camina sin saber qué anda buscando.

Y así van uno y otro por la vida,

el hombre con la fe a veces perdida

y el pájaro, más sabia al fin, cantando.

Guillermo González Martínez 

La humildad

Se acercaba mi cumpleaños y quería pedir un deseo especial al apagar las velas de mi paste.

Caminado por el parque, me senté al lado de un mendigo que estaba en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver al hombre de aspecto abandonado mirar a las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía eterna.

Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz.

Quise sentirme afortunado al conversar con él para estar más orgulloso de mis bienes, porque yo era un hombre al que no le faltaba nada; tenía mi trabajo que me producía mucho dinero. Claro, cómo no iba a producírmelo trabajando tanto. Tenía a mis hijos, a los cuales gracias a mi esfuerzo tampoco les faltaba nada y tenían los juguetes que quisieran. En fin, gracias a mis interminables horas de trabajo, no le faltaba nada ni a mi esposa ni a mi familia.

Me acerqué al hombre y le pregunté:

-Caballero, ¿qué pediría usted como deseo en su cumpleaños?

Pensé que el hombre me contestaría “dinero” y así de paso yo podría darle unos billetes y hacer la obra de caridad del año.

Cuál no sería mi asombro cuando el hombre me contestó lo siguiente, con la misma imborrable sonrisa en su rostro:

-Amigo, si pidiera algo más de lo que tengo, sería muy egoísta. Ya he tenido todo lo que necesita un hombre en la vida y más.

Vivía con mis padres y mi hermano antes de perderlos una tarde de junio, hace mucho; conocí el amor de mi padre y mi madre que se desvivían por darme todo el amor que les era posible dentro de nuestras limitaciones económicas.

Al perderlos, sufrí muchísimo pero entendí que hay otros que nunca conocieron ese amor y me sentí mejor.

Cuando joven, conocí a una niña de la cual me enamoré perdidamente. Un día la bese y estallo en mi el amor. Cuando se marchó, mi corazón sufrió enormemente. Recordé ese momento y pensé que hay personas  que nunca han conocido el amor y me sentí mejor.

Un día en este parque, un niño que correteaba cayó al piso y comenzó a llorar. Yo lo ayudé a levantarse, l e sequé las lágrimas con mis manos y jugué con él unos instantes más. Aunque no era mi hijo me sentí padre, y me sentí feliz porque pensé que muchos no han conocido ese sentimiento.

Cuando siento frio y hambre en el invierno, recuerdo la comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor, porque hay otros que nunca lo han sentido y tal vez no lo sientan jamás.

Cuando consigo dos piezas de pan, comparto una con otro mendigo del camino y siento el placer de compartir con quien lo necesita; recuerdo que hay quienes jamás sentirán esto.

Mi querido amigo, qué más puedo pedir a Dios o a la vida cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que soy consciente de ello.

Puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas dos palomitas jugando, ¿qué necesitan ellas?   

Lo mismo que yo, nada. Estamos agradecidos al cielo por esto, y sé que usted pronto lo estará también.

Miré hacia el suelo un segundo, como perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos con su sencillez. Cuando miré a mi lado ya no estaba, solo las palomitas y un arrepentimiento enorme por la forma en que había vivido sin haber conocido la vida.

Jamás pensé que aquel mendigo, tal vez un ángel enviado por el Señor, me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano…

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¡La humildad!  

Qué Milagro

A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo; a eso, no le llames adversidad, llámale sabiduría.

A eso de sentir la mano de Dios y saberte importante, de fijarte una meta y tener que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar, a eso, no le llames castigo, llámale enseñanza.

A eso de pasar días juntos, radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía; a eso, no le llames rutina, llámale experiencia.

A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan y tu cerebro funcione y tus manos trabajen y tu alma irradie y sensibilidad sienta y tu corazón ame; a eso, no le llames poder humano, llámale milagro.

Autor anónimo.

Secretos de la comunicación

 
Una sabia y conocida anécdota árabe dice que en una ocasión, un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Adivino para que interpretase su sueño.
- Que desgracia Mi Señor! - exclamó el adivino - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
- Que insolencia! - gritó el Sultán enfurecido
- Como te atreves a decirme semejante cosa? Fuera de aquí!!!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Mas tarde ordenó que le trajesen a otro adivino y le contó lo que había soñado. Éste, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobreviréis a todos vuestros parientes. Iluminóse el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
-No es posible!, la interpretación que habeis hecho de los sueños es la misma que el primer Adivino. No entiendo por qué al primero le pagó 
con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
- Recuerda bien amigo mío - respondió el segundo adivino -que todo depende de la forma en la que se dicen las cosas. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse. De la comunicación depende muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, pero la forma como debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herirlo y rechazarla por el daño que le causó, pero si la envolvemos en un delicado empaque y la ofrecemos con prudencia y tacto ciertamente será aceptada con agrado.

El milagro de vivir

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque; un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante alumno de sabio. Fue entonces cuando el poderoso dirigiéndose al sabio dijo: “Me han dicho en el pueblo que eres una persona poderosa y que inclusive puedes hacer milagros”.

“Soy una persona vieja y cansada – ¿Cómo crees que yo podría hacer milagros? – respondió

“Me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso

“¿Te refieres a eso? – Tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo. Esos milagros lo hace Dios, yo solo pido se conceda un favor al enfermo o para el ciego y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo”.

“Yo quiero tener la misma fe para realizar los mismos milagros que tú haces, muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios”.

Ante la insistencia de aquel hombre poderoso, el sabio acepto mostrarle tres milagros. Y así, con la mirada serena y sin hacer ningún movimiento le preguntó: “¿Esta mañana volvió a salir el sol?”.

“Sí, claro que sí”.

“Pues ahí tienes un milagro, el milagro de la LUZ”.

“No, yo quiero ver un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra, mira hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas”.

“¿Quieres ver un verdadero milagro? No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?”.

“¡Sí! fue varón y es mi primogénito”.

“Ahí tienes el segundo milagro, el milagro de la VIDA y del AMOR”.

“Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro”.

“¿Acaso no estamos en época de cosecha? ¿No hay trigo y sorgo donde hace solo unos meses había tierra?”

Si, igual que todos los años.

“Pues ahí tienes el tercer milagro LA CREACIÓN”.

“Creo que no me he explicado, lo que yo quiero”… Sus palabras fueron cortadas por el sabio, quien convencido de la obstinación de aquel hombre y seguro de no hacerle poder comprender la maravilla que existe en todo aquello que le había mostrado, señalo: “Te he explicado bien, yo hice todo lo que podía hacer por ti, si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer.

Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiro, muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomó el conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron sanadas.

El joven estaba algo desconcertado: “Maestro te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿Por qué te negaste a mostrarle uno al caballero? – El maestro respondió – “Lo que buscaba él no era un milagro, sino un espectáculo, le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser alumno, no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día”.

conejo

EL DÍA QUE APRENDAS A RECONOCER CON AMOR, TODAS LAS PEQUEÑAS COSAS QUE OCURREN EN TU VIDA, ESE DÍA COMPRENDERAS QUE NO NECESITAS MÁS MILAGROS, QUE LOS QUE LA VIDA TE DA TODOS LOS DIAS SIN QUE TÚ LOS HAYAS PEDIDO. TODOS LOS DIAS SUCEDEN MILAGROS…TENER LA VIDA ES UNO DE ELLOS.

Un abrazo de LUZ y AMOR.